Wilhelm Steinitz y el Nacimiento del Ajedrez Moderno

Wilhelm Steinitz (1836–1900) nació en el gueto de Praga, cuando la ciudad formaba parte del Imperio austríaco. Proveniente de una familia judía humilde, fue el noveno de trece hijos. Tras completar la educación secundaria, se trasladó a Viena para estudiar ingeniería en la Escuela Politécnica Superior. Sin embargo, su destino cambiaría cuando se vio atraído por el ajedrez, un juego con gran tradición en los cafés vieneses.

A mediados del siglo XIX, Viena y otras capitales europeas vivían un auge ajedrecístico. Steinitz se convirtió rápidamente en el mejor jugador de su entorno, destacando por su enfoque calculador y su afán por comprender los fundamentos del juego. Poco a poco, fue desarrollando una visión estructurada y científica del ajedrez, lo que más tarde se conocería como el ajedrez posicional, en contraste con el estilo romántico y táctico dominante en la época.

Fotografía: Zukertort – Steinitz (1886)

Primer Campeón Mundial de Ajedrez

Tras el retiro del estadounidense Paul Morphy, considerado por muchos el mejor jugador de su generación, el ajedrez mundial carecía de una figura oficial que ostentara el título de campeón. Esa situación cambió en 1886, cuando se organizó en Estados Unidos el primer encuentro oficialmente reconocido como match por el Campeonato Mundial de Ajedrez, entre Steinitz y el polaco Johannes Zukertort.

El match, disputado en Nueva York, Saint Louis y Nueva Orleans, fue muy reñido. Steinitz comenzó con mal pie, pero logró remontar y se impuso por 10 victorias a 5, con 5 empates. Con este triunfo, Wilhelm Steinitz se convirtió en el primer campeón mundial oficial de ajedrez, dando inicio a una institución que perdura hasta hoy.


Defensa del Título y Consolidación del Sistema

Steinitz defendió exitosamente su título en tres ocasiones:

  • 1889, La Habana: Venció al maestro ruso Mijaíl Chigorin por 10,5–6,5 en un match muy disputado.

  • 1890–1891, Nueva York: Derrotó al anglo-húngaro Isidor Gunsberg por 10,5–8,5.

  • En estos años, Steinitz no solo fue el campeón mundial, sino también un teórico influyente, al establecer principios posicionales fundamentales que transformarían el ajedrez en una disciplina más estratégica y menos dependiente de ataques brillantes.


El Fin de una Era

En 1894, con casi 60 años y con problemas de salud, Steinitz aceptó el desafío del joven maestro alemán Emanuel Lasker. El match se celebró en Nueva York, Filadelfia y Montreal, y tras un inicio parejo, Steinitz perdió cuatro partidas consecutivas que sellaron su derrota. El resultado final fue claro: Lasker ganó 10 partidas contra 5, con 4 empates.

Así terminó el reinado de Steinitz, quien había sostenido el título mundial durante 8 años y había revolucionado la forma de entender el ajedrez. Lasker continuaría su legado como campeón hasta 1921, cuando sería sucedido por José Raúl Capablanca.


Legado Histórico

Wilhelm Steinitz no solo fue el primer campeón mundial de ajedrez, sino también el padre del ajedrez moderno. Su enfoque científico, basado en principios posicionales como el control del centro, la importancia de las casillas débiles, la actividad de las piezas y la acumulación de pequeñas ventajas, marcó el inicio de una nueva era.

Aunque en su tiempo sus ideas fueron criticadas, con el paso de las décadas se consolidaron como la base de la teoría ajedrecística. Su legado perdura en cada partida jugada con un enfoque estratégico, y su contribución es fundamental para comprender la evolución del ajedrez como disciplina intelectual.


Una anécdota del campeón del mundo Steinitz

El legendario campeón mundial Wilhelm Steinitz solía frecuentar un café donde jugaba partidas de ajedrez apostando dinero contra distintos oponentes. Uno de ellos, un jugador mediocre, acudía todos los días para retarlo. Aunque perdía sistemáticamente, insistía en volver, lo que representaba un ingreso constante para Steinitz.

Un día, un amigo del campeón le sugirió que dejara ganar ocasionalmente a su "cliente", para que no se desanimara y siguiera acudiendo al café a jugar —y, por supuesto, a pagar. Steinitz aceptó el consejo.

En la siguiente partida, comenzó con una apertura dudosa, desarrolló prematuramente la dama y, tras unas pocas jugadas, su oponente logró capturársela. Steinitz se rindió de inmediato.

El aficionado, eufórico, exclamó:
—¡Por fin lo he logrado! ¡He derrotado al gran Steinitz!

Y nunca volvió a enfrentarlo.

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