Hace muchos años, en una fría noche de diciembre, Olentzero recorría los caminos del País Vasco con su trineo cargado de carbón y regalos. Iba dejando sonrisas en Getxo, Portugalete, Sestao y Bilbao, mientras el viento susurraba secretos entre los árboles y las chimeneas.
En su trineo llevaba un tablero de ajedrez de madera antigua, y mientras avanzaba, jugaba una partida imaginaria que uniría los cuatro pueblos. Su rey estaba rodeado, las piezas casi vencidas, y parecía imposible ganar… hasta que un peón llegó a la última casilla.
En ese instante preciso, como si el tiempo mismo contuviera la respiración, el peón se transformó en una reina brillante y dio jaque mate. No un segundo antes, no un segundo después: solo ese instante fulminante, mágico y eterno.
Justo entonces, Mari Domingi apareció envuelta en luz, sonriendo con la sabiduría de la tradición. Con un gesto suave, selló el jaque mate, y el momento quedó marcado como un verdadero hechizo, un instante donde la magia del ajedrez y la magia del Olentzero se encontraron.
Desde aquel día, los niños de Getxo, Portugalete, Sestao y Bilbao llaman a ese movimiento “el Jaque Mate del Olentzero”, que se define así: un peón que, al transformarse en la pieza que desea, da jaque mate en el instante exacto, fulminante e inevitable. Una tradición que recuerda que, en la vida y en el juego, la magia puede suceder en un solo y preciso instante.

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